lunes, 8 de septiembre de 2014

Una breve reflexión sobre la democracia de masas




    Leyendo a Bertrand Russell me encontré con un comentario que me dejó sorprendido. Russell cuenta que Hitler decía que, cuanto mayor es el número de personas al que te diriges, menor ha de ser la racionalidad del lenguaje y mayor el contenido pasional -no son estas las palabras exactas, pero lo dicho es más o menos lo mismo-. Russell explica esta afirmación aduciendo que, a la hora de llegar al consenso, es necesario que las dos partes
partan de unos presupuestos comunes a partir de los que construir la argumentación. Y que estos presupuestos comunes difícilmente se pueden tener con millones de personas.

    Cuando estudié pragmática hace muchos años, leí algo similar. Creo que era Oomen la que hablaba de la necesidad de un conocimiento compartido por parte de los hablantes para que la comunicación tenga lugar. Este conocimiento compartido, además de una lengua en particular, incluye un consenso acerca de cómo es el mundo. Pongamos un ejemplo extremo: 
     Se trata de mí mismo en clase de segundo B (trece años). Me preguntan qué opino de la ley Werth. Por norma yo no hablo de política en clase porque los críos son fácilmente manipulables, así que les digo que me guardo mi opinión. Ellos insisten mucho en que les diga qué pienso. Son buenos chicos a los que aprecio, así que al final les digo que me parece un disparate. Ellos me preguntan por qué y yo les cuento que combinar la libre elección de centro con la financiación de los mismos sólo llevará a la creación de ghettos. Ellos me miran flipados y no entienden nada. No hay conocimiento compartido. Ellos no saben ni lo que es la circunscripción única, ni los ghettos, ni la financiación. Si quería convencerlos de que la ley Werth es una mierda, hubiese sido mucho más eficaz decirles que los del PP son unos fachas que odian a todos los gallegos.
    Lo mismo sostienen muchos antropólogos. Durkheim se refería a las representaciones colectivas como los conocimientos que una cultura comparte y que se considera que no necesitan razonamiento porque son de sentido común (si te interesa esto lee el comienzo de este artículo). Aquí, en Europa, todos creemos que la violencia es mala. Si dos personas discuten, basta con que una de ellas recurra a la violencia para que el resto de la comunidad se ponga en su contra. No sucede lo mismo con los Yanomamo, unos indígenas del Amazonas a los que la comunidad antropológica considera la cultura más violenta del mundo. Estos indígenas lo resuelven todo a palos y no hay nada que respeten más que una buena pelea. Por ello, si dos personas discuten y una de ellas recurre a la violencia mientras que la otra recibe los golpes sin responder, toda la tribu se pondrá de parte del agresor por considerar al agredido un cobarde. 
    Para que haya comunicación, es necesario que las representaciones colectivas sean comunes. Si estoy hablando con un yanomamo de una tercera persona y le digo que es una persona violenta, lo estoy diciendo como un atributo negativo, mientras que él lo interpretará como algo positivo.
    Volviendo al tema de antes, Hitler decía que cuando se habla con las masas, hay que usar un lenguaje lo menos racional posible, y Russell lo interpretaba como que, cuanta más
gente hay, menos posibilidades hay de que el conocimiento compartido del mundo sea el mismo. Tratar de persuadir a millones de personas con los mismos razonamientos es extremadamente complicado porque cada uno de los interlocutores tendrá su propia visión del mundo, Si un gobernante dice que hay que acabar con la dictadura del capital, difícilmente podrá convencer a todos los grandes y pequeños empresarios de este país. Por eso Hitler, cuando se proponía persuadir a Alemania entera, apelaba al sentimiento. Halagaba a sus interlocutores diciéndole que eran alemanes, que los alemanes eran una raza pura y que la culpa de todo la tenían los judíos. Y así conseguía crear esos estados de enajenación colectiva que lo llevaron a liderar Alemania durante unos cuantos años. Nada de razonamiento. Sólo pasión y sentimiento.
     Hasta aquí es una reflexión evidente que muchos han hecho antes que yo. Lo que me gustaría comentar en este post es el modo en que funcionan las democracias contemporáneas a este respecto. Los medios de comunicación de masas ponen en contacto a millones de personas con los políticos. Y estos, conscientes de que no pueden convencer a tanta gente por tratarse de una masa muy heterogénea, apelan a los sentimientos, repitiendo eslóganes una y otra vez, pero sin la más mínima reflexión al respecto. Anteyer sin ir más lejos, en Radio Nacional, entrevistaron a Mari Luz Rodríguez, la secretaria de empleo del PSOE. La señora soltó su soflama durante media hora y luego los tres periodistas ultraneoliberales que tiene a sueldo el PP en la emisora pública le hicieron sus preguntas. Todas ellas estaban encaminadas a poner en evidencia a la socialista. Esto está muy mal porque la radio pública se supone que tiene que ser imparcial, pero el caso es que eran preguntas concretas. Una de ellas decía:
    -¿En qué se basa usted para decir que la reforma laboral ha generado desempleo y qué haría usted para crear empleo?
     Se me ocurren un millón de respuestas a estas dos preguntas, y quiero creer que a la entrevistada también, porque se le supone una inteligencia mínima. Sin embargo, en lugar de decir que una reforma que prácticamente subvenciona el despido es difícilmente un freno al desempleo, dijo que "La derecha está al servicio de los intereses del grandes empresarios. El PSOE es el partido que defiende a los trabajadores y bla... bla... bla...". Es decir, que no razonó un pimiento. Se limitó a apelar al sentimiento de trabajador que tenemos la inmensa mayoría de los españoles, que somos empleados por cuenta ajena.

Mari Luz Rodríguez en Las Mañanas de RNE
     Lo mismo sucede con Podemos y esa idiotez de acusarlos de etarras. En Trece TV y demás cadenas ultras no paran de repetir que Podemos es ETA y el argumento que utilizan para sustentar esta tesis es que Pablo Iglesias dijo que el conflicto vasco era político. Cualquiera con dos dedos de frente, si se para a analizar el argumento, se da cuenta de que no se sostiene. Es evidente que el conflicto vasco es político. Unos quieren la independencia y otros no. Entonces unos matan. Pero matan por política. Que yo sepa, ETA no mata porque esté enamorada, ni porque se sienta traicionada por un amigo. La independencia es una cuestión política. Sin embargo, en las cadenas de televisión repiten una y otra vez que Podemos es ETA porque no apelan al razonamiento, sino al sentimiento de aversión que provoca una banda terrorista. 



        Y así podríamos analizar el caso Pujol, la independencia de Cataluña y un montón de temas de actualidad en los que lo único que se dice es que "España nos roba" o que "los catalanes son unos cabrones", pero esto es un post, no un ensayo.
      Ortega decía que en el mundo moderno uno se afilia a un partido político como escoge un equipo de fútbol, por una cuestión pasional. Y en cierta manera no le faltaba razón. Que quede claro que no creo que el PP sea el partido NAZI ni nada de eso. Pero esto no implica que el método sea distinto. Ante un público potencial de millones de personas, la publicidad política mueve las pasiones, no los intelectos, porque esta segunda opción es infinitamente menos efectiva. Encontrar un discurso que encaje y sea capaz de persuadir a tantas visiones del mundo como espectadores hay, es mucho más difícil que apelar a sus sentimientos más irracionales. 
      Ayer comenté estas cuestiones con un par de amigos y me hicieron ver que esta reflexión mía acaba llevando a la negación de la democracia. La demagogia es inevitable porque es algo inherente a la comunicación con las masas. Por supuesto yo no quiero un gobierno oligárquico ni tecnocrático estilo Japón. Nada de eso. Si he contado esto es porque quería llegar a dos conclusiones:
     a) Con esta forma de comunicación política podría parecer que la población es idiota y se deja manipular con mensajes demagógicos y eso no es cierto. Como estamos viendo actualmente, la población ha percibido que entre los soflamas pro clase trabajadora del PSOE y sus actuaciones concretas había un abismo. De ahí el pinchazo electoral del PSOE al que le auguro muchos, muchos años de malos resultados en las urnas. 
        b) Como me dijo uno de esos amigos, el problema de la democracia no es que haya demagogia. El problema de la democracia es cuando los políticos no desenmascaran esta forma de razonamiento en sus adversarios. En España hay una suerte de pacto tácito por la cual unos y otros pueden soltar argumentos demagógicos sin que sus contrincantes digan nada. Es como un pacto de no agresión que lleva al mantenimiento de lo que Pablo Iglesias llama una casta. Ver esta semana a Felipe González, a quien se suponía un referente del socialismo, diciendo que no cree que Pujol haya robado, sino que trata de encubrir a sus hijos, es alucinante. Y oír decir a Pedro Sánchez que está dispuesto a negociar la reforma de la elección de alcaldes del PP, pero después de las elecciones, es para que nadie vuelva a votar al PSOE nunca jamás. 
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario