domingo, 19 de febrero de 2017

6.4. Adultez.



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Ahora, en occidente, la adultez nos parece una edad de la vida por la que toda persona debe pasar. Si alguien no lo hace, se tiene la sensación de vida truncada, como si faltase algo. Una vida que no ha pasado por la edad adulta, es una vida que no ha llegado a desarrollarse plenamente. Esta idea de la adultez obligatoria es, en gran parte, resultado de los avances científicos y sociales que han mejorado tanto la vida material en occidente. En otras culturas o aquí hasta hace no tanto tiempo, el índice de mortalidad antes de la adultez era altísimo. Guerras, accidentes, enfermedades, desnutrición y, en el caso de las mujeres, la alta mortalidad durante el parto, hacía que el porcentaje de personas que pasaban por la vida adulta fuera relativamente pequeño. 

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La peste negra se llevó a media población europea en la Edad Media.

En antropología se suele definir la adultez como aquella edad social en la que el individuo participa plenamente en las responsabilidades y privilegios de la sociedad. Esto, más o menos, quiere decir que la persona es autónoma, no depende de segundas personas, por lo que puede tomar sus propias decisiones, lo que le permite disfrutar de todos los derechos de un miembro de esa comunidad. Aquí, en occidente, esto significa que una persona adulta es aquella que puede casarse, disfrutar de su sexualidad, ser padre o madre, trabajar, y participar en la vida política y religiosa. Pero la independencia personal, además de privilegios conlleva responsabilidades. El adulto en circunstancias normales no tiene derecho a que otra persona cubra sus necesidades vitales básicas. A diferencia del niño, a quien sus padres tienen el deber de atenderlo y cuidarle, el adulto está solo. 


Tal y como la he explicado en el párrafo anterior, la adultez no parece una edad especialmente complicada. Desde luego mucho menos que la traumática adolescencia de la que hemos hablado en otros posts. Sin embargo, no es así. Un adulto es una persona que ha adquirido un estatus social que le permite tomar libremente decisiones. ¿Pero qué es eso de tomar libremente decisiones? Realmente hay muchas cosas que afectan a nuestras vidas y a las que no podemos enfrentarnos en libertad. Las circunstancias de cada uno y la cultura ponen límites a esta libertad. Así, por ejemplo, hay muchas personas que no pueden escoger el sitio en el que vivir su vida. Si has nacido en un país del tercer mundo y quieres vivir como adulto en Europa, hay un montón de leyes represivas que te impedirán hacerlo. Algo similar le sucedería a un homosexual en varios países musulmanes. Puede que quisiese vivir su vida adulta al lado de otro hombre como marido y tener una familia con él, pero difícilmente podrá hacerlo. En la Edad Media europea las personas no decidían con quién se casaban o en qué trabajaban. Eran los padres los que pactaban el matrimonio y no había otra alternativa para ganarse la vida que trabajar como campesino labrando la tierra. 

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En comparación con estas sociedades, la nuestra ofrece muchas más posibilidades de elección. Esto, en principio, es una buena noticia. Pero, como todo, también acarrea algún que otro problemilla. Y es que nos hace responsables de nuestra felicidad. Una adolescente como vosotras se ve liberada de esta carga. Si no sois felices, podéis vivir con la mirada puesta en el futuro, con fe en que las cosas os vayan a ir bien. Acabáis de empezar el camino de la vida. Además, en la etapa en la que estáis todo os ha venido dado. Apenas si habéis tenido que -o apenas si os han dejado- tomar decisiones. Vuestra infelicidad no es responsabilidad vuestra. Y siempre estáis a tiempo de revertir esa situación. Por el contrario, un adulto carece de tal consuelo. De ahí eso que se ha dado en llamar la crisis de los cuarenta que, entre otras cosas, consiste en que darte cuenta de que la vida que llevas no es la que habías soñado. Si no tienes una pareja que te haga feliz con solo mirarla, unos hijos que le dan sentido a levantarte cada mañana, o un estupendo trabajo en el que te realizas, la responsabilidad es tuya y solo tuya. Vosotras podéis pasar ese cargo a otros y confiar en el futuro. Un cuarentón frustrado solo puede aceptarlo o abandonar a su familia, comprase una chupa de cuero, una moto, y comportarse como un adolescente. 

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