jueves, 12 de enero de 2017

4.2. El rol y el rito de paso.


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Las personas no nos pasamos toda nuestra vida anclados en los mismos roles. No somos siempre niños o solteros, sino que, llegado determinado momento, nos convertimos en adultos o personas casadas. Estos cambios de rol están asociados a los ritos de paso. Un rito de paso es una ceremonia que se realiza cuando se pasa de un estado a otro. Este cambio de estado no tiene que ser de rol, también se puede celebrar un rito de paso cuando se cambia de estación, por ejemplo. En este sentido, las fiestas de San Juan son un rito de paso. Pero cuando se cambia de rol, suele celebrarse un rito de paso. Una boda, la mili, la fiesta de los quintos o un funeral son ritos de paso en torno a un cambio de rol social.


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Foto de fiesta de los quintos.
 Arnold Van Gennep1 sostiene que la vida de los seres humanos transcurre en una continua sucesión de etapas: nacimiento, pubertad, matrimonio, paternidad, progresión de clase, especialización ocupacional, muerte…. Asimismo, los individuos estamos sujetos a ciclos naturales, a ritmos ajenos a nuestro control, pero que afectan a nuestras vidas y a su organización, como los solsticios, las ceremonias de la luna llena… Todos estos cambios deben ser controlados por las diferentes culturas para que la sociedad no experimente ningún perjuicio, de modo que a dichos cambios se les asocian ceremonias que tienen exactamente la misma función: hacer que el individuo pase de una situación determinada a otra.

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Van Gennep diferencia tres fases en torno a las que se estructuran los ritos de paso: una primera fase de separación, en la que se expresa simbólicamente el apartamiento del individuo o del grupo de un punto anterior fijado en la estructura social, de un estado (conjunto de condiciones sociales) o de ambos; una segunda fase de marginalidad o limen, en el que las características del iniciando son ambiguas porque atraviesa un entorno cultural que no es ni el estatus del que parte, ni tampoco al que se aspira; y una tercera fase de reincorporación o agregación, en la que el sujeto ritual, ya sea individual o colectivo, consuma el cambio de estado, en virtud del cual adquiere ciertos derechos y obligaciones claramente estructuradas por la sociedad. A partir de este momento, se espera de los iniciados que mantengan un comportamiento acorde con las normas y los principios éticos que la cultura atribuye a aquellos que ocupan esos roles sociales.

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Dice Van Gennep:

 “La vida individual, cualquiera que sea el tipo de sociedad, consiste en pasar sucesivamente de una edad a otra y de una ocupación a otra. Allí donde tanto las edades como las ocupaciones están separadas, este paso va acompañado de actos especiales, que por ejemplo en el caso de nuestros oficios constituyen el aprendizaje, y que entre los semicivilizados consisten en ceremonias, porque ningún acto es entre ellos absolutamente independiente de lo sagrado. Todo cambio en la situación de un individuo comporta acciones y reacciones entre lo profano y lo sagrado, acciones y reacciones que deben ser reglamentadas y vigiladas a fin de que la sociedad general no experimente molestia ni perjuicio. Es el hecho mismo de vivir el que necesita los pasos sucesivos de una sociedad especial a otra y de una situación social a otra: de modo que la vida individual consiste en una sucesión de etapas cuyos finales y comienzos forman conjuntos del mismo orden: nacimiento, pubertad social, matrimonio, paternidad, progresión de clase, especialización ocupacional, muerte".

Victor Turner2 señala que los ritos de paso son ceremonias por las que todos los hombres tenemos que pasar en todas y cada una de las circunstancias graves de nuestra vida. Los individuos somos categorizados en diferentes compartimentos en el seno de nuestras sociedades atendiendo a nuestra edad, nuestro sexo o nuestra clase social. Estos compartimentos no son fijos ni estancos, ya que, como decía Van Gennep, para los grupos y para los individuos la vida es un continuo disgregarse y juntarse, actuar y descansar, para actuar a continuación de otra manera. La vida es un permanente descubrimiento de nuevos umbrales. Para pasar de uno a otro, los seres humanos nos sometemos a los ritos de paso, diferentes formalmente dependiendo de la cultura de que se trate, pero semejantes en el mecanismo.

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A comienzos del siglo pasado, Émile Durkheim3 relacionó el rito con las formas de conocimiento social, y se dio cuenta de que el efecto de los ritos era el de crear y controlar la experiencia social. Centrándose en los ritos religiosos, el sociólogo francés estudió cómo el rito ponía de manifiesto a ojos de cada individuo su identidad social, creando así su sociedad.
Mary Douglas, en Pureza y Peligro4, retoma las ideas de Durkheim, y confiere a los ritos de paso la capacidad de creación social al relacionarlos con la percepción. De acuerdo con la antropóloga británica, el rito enfoca la atención a través de la demarcación, aviva la memoria y crea un puente entre el pasado y el presente. El rito provoca un cambio en la percepción, ya que modifica los principios selectivos, y de ahí que la función del rito no se limite a ayudarnos a experimentar con mayor nitidez lo que de todos modos hubiésemos experimentado. El rito va más allá, al modificar y crear una nueva experiencia. Según Douglas,

“[El rito] no es meramente semejante a la ayuda visual que ilustra las instrucciones verbales para abrir latas y cajas. Si fuese sólo una especie de mapa dramático o diagrama de lo ya conocido siempre obedecería a la experiencia. Pero de hecho el rito no desempeña este papel secundario. Puede ocupar un primer lugar en la formulación de la experiencia. Puede permitir el conocimiento de lo que de otro modo no se conocería en forma alguna. No exterioriza meramente la experiencia, haciéndola surgir a la luz del día, sino que modifica la experiencia al expresarla. Esto es verdad con respecto al lenguaje. Puede haber pensamientos que jamás hayan sido enunciados con palabras. Enmarcadas ya las palabras, el pensamiento cambia y queda limitado por las mismas palabras seleccionadas. De modo que el discurso ha creado algo, un pensamiento que pudo no haber sido el mismo”5.

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En consecuencia, hay determinados aspectos de la vida que no podrían ser experimentados por los seres humanos al margen de los ritos. Los acontecimientos individuales y sociales que tienen lugar en la vida de los seres humanos en secuencias regulares tienen significado en relación con el resto de argumentos enlazados en la secuencia misma. Sin la secuencia plena, los significados individuales desaparecen y se vuelven imperceptibles al individuo:

“los días de la semana, con su sucesión regular, con sus nombres y características: aparte de su valor práctico en identificar las divisiones del tíempo, cada uno de ellos tiene sentido como parte de una configuración. Cada día tiene su propio significado, y si se dan determinados hábitos que establecen la identidad de un día especial, su observancia regular produce el efecto del rito. El domingo no es solamente un día de descanso. Es el día anterior al lunes, e igualmente ocurre con el lunes en su relación con el martes. En realidad no podemos experimentar lo que es el martes si por alguna razón no hemos advertido formalmente que hemos pasado por el lunes. Recorrer parte de la configuración es un procedimiento necesario para estar al tanto de la próxima parte”6.


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Desde posturas funcionalistas más radicales que las de Durkheim, Radcliffe-Brown7 sitúa los ritos en el dominio de la acción, otorgándoles la función de sugestionar a los individuos para aceptar el rol social que les ha sido asignado y actuar de acuerdo a él. En aquellos espacios sociales que requieran de valores comunes, los ritos expresan y hacen que la atención recaiga sobre ellos, al mismo tiempo que generan los sentimientos necesarios para que los hombres sean solidarios con el rol social que deben desempeñar.
Meyer Fortes8, también desde el funcionalismo, rechaza la idea de Radclife-Brown, que concibe los ritos de paso como una forma de otorgar un sello de legitimidad a los roles sociales, y, en cambio, les atribuye la función de proporcionar el debido reconocimiento a un determinado vínculo humano esencial y genérico, sin el cual sería imposible que existiese una sociedad determinada.



1 Cfr. A. van Gennep, Los ritos de paso, pp. 15-16.
2 Cfr. V. Turner, El proceso ritual. Estructura y antiestructua, Altea, Taurus, 1988.
3 Cfr. E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa,¡.
4 Cfr. M. Douglas, Pureza y Peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú, Madrid, Siglo XXI Editores, 1973.
5 Ibidem, pp. 90 y 91.
6 M. Douglas, Pureza y Peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú, p. 91.
7 Cfr. A. R. Radcliffe-Brown, Estructura y función en la sociedad primitiva, Península, Barcelona, 1982.

8 Cfr. M. Fortes, “Ritual Festivals and Social Cohesion in the Hinterland of the Gold Coast” en M. Fortes, Time and Social Structure and Other Essays, London, The Athlone Press, 1936, pp.147-163.

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