domingo, 17 de enero de 2016

The Monuments Men (George Clooney)





A finales de la II Guerra Mundial (1939-1945), a un selecto grupo de historiadores, directores de museos y expertos en arte, tanto británicos como norteamericanos, se les encomienda la importante y peligrosa misión de recuperar las obras de arte robadas por los nazis durante la guerra para devolvérselas a sus legítimos propietarios. Era una misión imposible: las obras estaban muy bien custodiadas y el ejército alemán tenía orden de destruirlas en cuanto el Reich cayera. Pero aquellos hombres, en una carrera contrarreloj, arriesgaron sus vidas para evitar la destrucción de miles de años de cultura de la humanidad. (FILMAFFINITY)

   The Monuments Men es el ejemplo perfecto de cine comercial. Es una americanada de cuidado pensado exclusivamente para ganar dinero. No entro a valorar si la idea de la brigada dedicada a salvar obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial es buena o no. El caso es que tal y como está planteada es una apología de Estados Unidos tan evidente, tan superficial y tan engañosa que da vergüenza. Tratar de convencernos de que los Estados Unidos que intervienen en la Segunda Guerra Mundial estaban preocupados por salvar la cultura occidental y que para ello era necesario salvar las grandes obras de arte europeas porque son un símbolo de civilización es de chiste. Esto en primer lugar.

   En segundo lugar, Hollywood ya nos tiene demasiado acostumbrados a reunir un elenco de actores de moda que atraigan a la gente a los cines. La película da igual. Lo que importa es que la presencia de estos actores asegura un éxito de taquilla. Y este es exactamente el caso de The Monuments Men, porque tiene una colección de actores interesantísima, pero la película es un bodrio colosal. Y esto lo saben los actores, porque no se toman en serio su interpretación. Cumplen, cobran y se olvidan. 


   Y ya no digo más de ella porque no se lo merece. A George Clooney debería darle vergüenza haber filmado esta película que no tiene el más mínimo interés artístico. No es más que un producto comercial para sacarle el dinero a la gente y hacer negocio.

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