domingo, 6 de septiembre de 2015

Locura y enfermedad mental I: ¿Por qué los consideramos peligrosos y los marginamos?



    Como nos enseña Foucault en su Historia de la locura, tanto la salud y la enfermedad mental como su reacción ante ella están definidas culturalmente. 
    ¿Qué es un enfermo mental?
    Para definirlo hay que hacerlo de forma negativa: Un enfermo mental es alguien que no está 
    ¿Y qué es estar sano mentalmente?
    Pues tener la capacidad de llevar a cabo una vida en sociedad con normalidad. Es decir, estar sano es ser normal. 
    Lo que consideramos un enfermo mental es una persona que no puede llevar a cabo tareas sociales normales como trabajar, establecer relaciones personales o no suicidarse, fenómeno disfuncional desde un punto de vista social, como demostró Durkheim en un ensayo bastante aburrido.
    Enfermo mental es una de las formas de clasificación que tiene nuestra cultura de catalogar a aquellos individuos socialmente disfuncionales. Un maníaco depresivo es un enfermo mental porque no puede llevar una vida social normal. Es una carga para sus amigos y su familia porque su comportamiento no sigue las líneas que marca la sociedad para esos roles. Por su parte, un psicópata es un enfermo mental porque es incapaz de concebir que los demás tienen sentimientos. La empatía es el aceite del motor social. Para vivir en sociedad es necesario cierto grado de empatía, porque sin ella sería la ley de la selva. El esquizofrénico, otro ejemplo de enfermo mental, loco es porque no tiene identidad. Ve cosas que no son y cree que él es cosas que no es, de modo que su comportamiento es errático e impredecible. No puede ajustarse a ningún rol social sencillamente porque no los percibe. 



    Precisamente hoy en la radio escuché un programa muy interesante sobre el trastorno bipolar. Por lo que parece, ser bipolar consiste en alternar de forma aleatoria periodos de extrema exaltación con periodos de depresión profunda. Lo interesante del tema es que estos estados de ánimo son inducidos de forma endógena. Cualquier ser humano sano pasa por periodos de depresión y exaltación. Si tu equipo gana la liga o te toca la lotería, te pones contento. Su se muere un familiar, estás triste. Pero esto es predecible socialmente hablando, por lo que pasajero estado de ánimo no es disfuncional. En el caso del bipolar sus cambios de ánimo son aleatorios, de ahí que no puedan llevar una vida normal y que acaben solos y abandonados.
    Fijaos hasta qué punto la enfermedad mental es una de las formas de categorización de la disfuncionalidad social, que la pederastia o ser un asesino en serie han sido catalogados como enfermedades.
    Estos dos ejemplos me llevan a otro argumento:
    He dicho que la enfermedad mental es una de las formas que tienen las sociedades de categorizar o explicar los fenómenos disfuncionales. Otra forma es la criminalidad. Los terroristas o los violadores son socialmente disfuncionales. Pero no podemos tacharlos de enfermos. Sencillamente hablamos de criminales. Sin embargo, resulta curioso que hasta hace nada -y aún hoy en día sigue habiendo muchos casos- la reacción ante locos y criminales ha sido la misma: se los recluye en establecimientos que los mantengan alejados de la sociedad, cuya estabilidad amenazan con sus comportamientos disfuncionales.
    Esta similitud entre locos y criminales llega hasta el extremo de que muchas veces no sabemos cómo clasificar a un determinado individuo. ¿Un pederasta o un violador son enfermos o criminales En cualquier caso, sean una cosa u otra, son individuos que no se ajustan a los roles sociales preestablecidos. 

Asesino de Mariluz. Muchos lo tacharon de enfermo.
Breivik, neonazi que asesinó a numerosos jóvenes socialdemócratas.
La justicia se planteó juzgarlo como un enfermo mental y no como un criminal corriente.


    Otra prueba a favor de mi argumentación son las diferencias entre lo que se entiende por loco y criminal en una cultura o en otra. Entre los zambia o los griegos antiguos la pederastia no sólo era una práctica aceptada, sino que era lo esperable. Entre los soldados, en tiempos de guerra, la violación es una práctica común y a nadie se le ocurre tratar con bromuro a un soldado que, cada vez que toma un ciudad al asalto, viola a una mujer. No se le considera ni un loco ni un criminal por ello, y, si hoy en día se le piden cuentas a un soldado americano que violó a una irakí, es porque aplicamos las normas de la paz a situaciones de guerra. Esto es resultado de la revolución de los medios de comunicación, que conectan en tiempo real espacios de guerra a espacios de paz, de modo que podemos juzgar moralmente a un soldado desde la comodidad del sillón de nuestra sala. Pero esto es un fenómeno moderno. Los soldados rusos violaron a cuanta alemana encontraron a su paso cuando cayó el Reich y nadie les pidió cuentas por ello.
    Como decía, la reacción ante la enfermedad mental también es cultural. Para no enrollarme, basta un dato: entre cierta tribu de nativos norteamericanos los locos no sólo no eran apartados, sino que se los tenía en mucha estima porque se creía que la divinidad hablaba por su boca. 
    Y poco a poco vamos llegando al meollo de la cuestión:
    Mary Douglas en Pureza y peligro sostiene que todas las culturas consideran peligroso aquello que no encaja dentro del entramado de conceptualizaciones que es, en definitiva, una cultura. En algunas sociedades se aparta a las mujeres menstruantes porque durante este periodo no pueden mantener mantener relaciones sexuales ni concebir, Pierden, por tanto, su estatus de mujer. ¿Qué son entonces? Tampoco son hombres. Luego son peligrosas y se las recluye en una choza fuera de la tribu. 
    En una cultura con un marcado dimorfismo de sexual y genérico como la nuestra, ¿qué es un homsexual? Tiene sexo biológico masculino, pero inclinaciones sexuales propias del género femenino. En nuestra cultura tener pene implica, entre otras cosas, un determinado comportamiento sexual que consiste, exactamente, en introducirlo en una vagina. Pero un homsexual no usa su pene para eso. No hay por tanto, correspondencia entre su sexo biológico y su comportamiento sexual, luego se les margina y se les persigue. -Afortunadamente esto está cambiando poco a poco-.

Tradicional espacio reclusión para locos y enfermos mentales.


    Un enfermo mental no encaja dentro de los roles que ha prefijado la sociedad. Hasta hace nada, su reaccionaba ante ellos como con los criminales o los homosexuales: se les tiene miedo -son peligrosos- y se los margina recluyéndolos en manicomios. 
    Hoy en día, nos parece inhumano encerrar en un manicomio a los enfermos mentales, por lo que se los somete a ritos de paso que los reinserten, pero eso será tema del siguiente post, que esto ha quedado demasiado largo.


    

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