viernes, 14 de agosto de 2015

David Le Breton: Antropología del cuerpo y la modernidad.



   Le Breton sostiene la idea de que nuestra concepción del cuerpo es el resultado del individualismo que domina nuestra sociedad. En otras culturas y en otras épocas el cuerpo era la esencia del ser humano y estaba fusionado o formaba parte de la naturaleza como un todo. Por el contrario, nosotros percibimos nuestro cuerpo como un objeto ajeno a nuestra existencia, que sería nuestra alma o nuestra mente, y que funciona a modo de frontera o límite frente a la naturaleza que nos rodea.

   Le Breton señala varios hitos en el camino hacia el individualismo que provoca esta concepción dual del alma y del cuerpo:

1) Maquiavelo y el interés individual antes que nada, aunque sea en detrimento de la sociedad.

2) la figura del artista moderno que, a diferencia de las concepciones clásicas, es un individuo, una persona distinta e identificable con respecto al resto de la sociedad.

3) hasta el siglo XV se observa una tendencia a no retratar a las personas salvo que hubiese una intención religiosa. A partir del siglo XV asistimos al auge del retrato individual.

4) el comerciante es el prototipo del individualismo moderno. Es el hombre cuyas aspiraciones van más allá de los marcos establecidos, cosmopolita, que convierte el interés personal en el móvil de las acciones, aún en detrimento del bien general.

5) el surgimiento del pensamiento mecanicista/racionalista en el siglo XVII con Galileo y otros filósofos, científicos, etcétera. El pensamiento se vuelve frío, racional, y pone al hombre en relación de superioridad con respecto a la naturaleza, a la que hay que dominar por medio de la fría razón. El conocimiento debe ser útil, racional, desprovisto de sentimiento y tiene que producir eficacia social.

6 Lo mismo sucede con el racionalismo cartesiano. Sólo se puede entender el mundo por medio de las matemáticas. Descartes se define como: "yo soy un ser que piensa", de modo que deja al cuerpo al margen de la esencia humana.

    Y así llegamos hasta la actual época del saber biomédico, en la que entendemos el cuerpo como un elemento extraño sobre el que podemos actuar desde fuera usando la ciencia.

    Como el cuerpo no es más el centro desde el que se irradia el ser, se convierte en un obstáculo, en un soporte molesto. La sociedad occidental está basada en el borramiento del cuerpo, de ahí todos los ritos de evitamiento: no tocar al otro salvo en circunstancias particulares de familiaridad; no mostrar el cuerpo total o parcialmente desnudos salvo en ciertas circunstancias precisas; la existencia de reglas del contacto físico (dar la mano, abrazarse, distancia entre los rostros y los cuerpos…); disimular todo lo que tenga que ver con los olores corporales por medio de perfumes, jabones, etcétera; y ocultar todo lo que tiene que ver con el funcionamiento corporal, como los mocos, la orina, los excrementos, la sangre menstrual, la saliva, etc. Del mismo modo en el ascensor o en el autobús hay que hacer ver como si el otro se hubiese vuelto transparente, como si no tuviese cuerpo.

   Los cuerpos esculpidos de la publicidad son los cuerpos limpios, sanos, asépticos de la excepcionalidad. No son cuerpos cotidianos. En los gimnasios y en la publicidad, se da un ardid que consiste en hacernos pasar como liberación del cuerpo lo que sólo es elogio del cuerpo joven, sano, esbelto, es decir, un no-cuerpo. En este sentido, el éxito que parece tener el deporte en nuestros días hay que enmarcarlo en la negación del cuerpo de la sociedad occidental.

   A partir de los años 60 hay un cambio que revaloriza el cuerpo: jogging, deporte, culturismo, etcétera. Pero sigue habiendo dualismo cuerpo/alma. En los dos platillos de la balanza están el cuerpo despreciado y destituido por la tecnociencia y el cuerpo mimado de la sociedad de consumo. El cuerpo ahora es un objeto que se moldea al gusto. El imaginario contemporáneo subordina el cuerpo a la voluntad. Ahora el cuerpo es un alter ego, un objeto que hay que conquistar, una máquina que se debe trabajar. Es el objeto de todos los cuidados, atenciones e inversiones. Hay que mantener el capital salud. Hay que luchar contra el tiempo que deja huellas en el cuerpo. Hay que domesticar al cuerpo reticente para convertirlo en un compañero de ruta agradable. El narcisismo de hoy en día ya no es abandonarse a la holgazanería, sino trabajo y esfuerzo para el cuerpo. El paradigma de la maquina del cuerpo está cristalizado en Rambo, Schwazenager, Charles Bronson, etcétera, que son máquinas de guerra, mezcla de músculo y acero.

   La medicina actual va por este camino dual. Se considera al cuerpo como una máquina estropeada que hay que arreglar. La medicina científica quiere acabar con el imaginario. Objetiva el cuerpo por medio de placas, rayos equis y cosas por el estilo. Se separa el cuerpo por completo del sujeto, como si fuese un objeto que posee al margen de él.

   Recurrir a medicinas blandas como la homeopatía, la quiropráctica y hasta curanderos es el resultado de pacientes que buscan una relación más personalizada con el médico.

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