sábado, 15 de agosto de 2015

Amélie Nothomb: Estupor y temblores.



    Historia de una joven belga de 22 años, Amélie, que empieza a trabajar en Tokio en una de las mayores compañías mundiales, Yumimoto, quintaesencia de las empresas japonesas. 
    Con `estupor y temblores`: así es como el emperador del Sol Naciente exigía que sus súbditos se presentaran ante él. En el Japón actual, fuertemente jerarquizado (en el que cada superior es, antes que nada, el inferior de otro), Amélie, afligida por el doble handicap de ser a la vez occidental y mujer-extraviada en un hormiguero de burócratas, subyugada además por la muy japonesa belleza de su superior directa, con la cual tiene unas relaciones de franca perversidad-, sufre una cascada de humillaciones. 
    Trabajos absurdos, órdenes dementes, tareas repetitivas, humillaciones grotescas, misiones ingratas, ineptas o delirantes, superiores sádicos, la joven. Amélie empieza en contabilidad, luego a servir cafés, pasa a la fotocopiadora y, descendiendo los escalones de la dignidad (aunque con un despego muy zen), acaba ocupándose de los lavabos... masculinos. 

    Esta es la novela que le dio la fama definitiva a Amélie Nothomb. Vendió casi medio millón de ejemplares y le dieron un montón de premios. Si no fuese porque todavía no era una escritora consagrada cuando la escribió, yo hubiese pensado que Estupor y temblores era un bolo en toda regla. Es una novela muy liviana, intrascendente, una sucesión de gags cómicos todos iguales, resultado del choque cultural y la incomprensión. Esto está más visto que el tebeo y siento decir que la novela tiene poco más que ofrecer. No hay personajes interesantes, no hay una trama sorprendente, ni nada más que una serie de chistes, por otra parte bastante manidos.

   Puedo entender el éxito comercial de Estupor y temblores porque apenas si veo diferencias entre esta novela y las sitcom que arrasan con la audiencia. Es fácil de leer como estas series son fáciles de ver, pero, también como estas series, apenas si aporta reflexión alguna, más allá de que es difícil entenderse entre culturas.

    Además de lo fácil y liviana que es, supongo que su éxito se deberá a que la autora goza de cierto prestigio intelectual y eso siempre gusta a los lectores, que tienen la sensación de estar leyendo alta literatura y no un best seller o un subproducto pulp, que es lo que es en realidad.

   Recomiendo leer esta novela todos aquellos que quieran distraerse un poco sin pensar mucho ni ir más allá, pero, si buscas en la literatura otra cosa, desde luego esta no es vuestra novela.

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