miércoles, 22 de abril de 2015

George Ritzer: La McDonalización de la sociedad



   La MdDonalización de la sociedad desarrolla y aplica al siglo XXI la teoría de Max Weber de la jaula de hierro y la hiperracionalización de sociedad moderna. Según Ritzer el concepto rige nuestra forma de trabajar, producir y consumir es la eficacia. En todos estos procesos se busca, ante todo, la eficacia. La definición de eficacia es un poco compleja, pero se ve muy clara con una serie de ejemplos:
   En McDonald´s y en general en todos los restaurantes de comida rápida se ha demostrado que es mucho más eficaz que los clientes hagan muchas de las funciones que antes estaban destinadas a los camareros. En estos restaurantes el cliente es el encargado de hacer cola ante una barra para recoger la comida -en lugar de esperar tranquilamente a ser atendidos en la mesa- y después de comer es el encargado de recoger sus sobras y tirarlas a la basura, dejando así limpia la mesa para el siguiente. 
    Igualmente, en estos restaurantes se trabaja en cadena. En lugar de que haya un cocinero que pique la cebolla, limpie y trocee el tomate, ponga a la plancha la hamburguesa, etc... se trabaja como en una cadena de montaje. Hay un supervisor que se encarga de prevenir qué productos se demandarán, los pide y, en la cadena, un chico coge las carnes de las hamburguesas y las pone en la plancha, otro las saca y las pone en los panes, un tercero coloca el tomate, la lechuga y la cebolla, un cuarto echa las salsas y el quinto mete la hamburguesa ya hecha en esas cajitas de espuma. 
     Ambos fenómenos -trasladar parte de la producción al cliente y trabajar en cadena- se consideran más eficaces porque abaratan mucho el coste y se produce una mayor cantidad en menor tiempo.
     Ritzer escoge a McDonald´s como metáfora de la sociedad moderna porque es una de las empresas más conocidas a lo largo y ancho del mundo, pero estas estrategias para aumentar la eficacia se dan en otros muchos lugares. Así, sin pensar demasiado, se me ocurren un montón:
    1. IKEA traslada gran parte de la producción al cliente. Tú recorres la tienda, anotas lo que quieres en un papel, luego bajas a un hangar enorme, coges el producto, lo cargas hasta la caja registradora, lo pagas, lo metes en el coche, lo llevas hasta tu casa, lo montas tú y lo colocas como puedes. Por eso los muebles de IKEA son mucho más baratos que los de las tiendas convencionales.
     2. Las máquinas de café que hay en cualquier oficina. En lugar de ir a la cafetería a que te hagan un café, metes una moneda en una máquina y te tomas el café de pie en un vasito de plástico.
     3. Las cabinas de pago de los autopistas en los que no hay nadie atendiendo, sino que tienes que ser tú el que meta la tarjeta y, si quieres un recibo, apretar un botón para que la máquina de expenda.
   4. Un crucero, que son unas vacaciones planificadas en las que se aprovecha todo, especialmente el viaje para dormir y supuestamente no perder tiempo en los desplazamientos. 
     5. El supermercado. En el ultrmarinos pedías lo que querías en un mostrador y, si eras cliente habitual, hasta el chico te lo llevaba a casa. Ahora lo coges tú de las estanterías y lo llevas a la caja.
     6. El centro comercial. Ya no hay que ir a buscar una tienda detrás de otra. Basta con coger el coche y acercarnos a un centro comercial para tener todas las tiendas juntas, sin necesidad de desplazarnos de una a otra. Al final de la jornada, si estamos cansados, ya no hay por qué fatigarse buscando una cafetería porque suele haber varias en la última planta.
    Y podríamos seguir así con prácticamente todas las actividades humanas actuales, porque en todas se ha tratado de optimizar la eficacia. 
    Según Ritzer hay tres conceptos fundamentales que determinan lo que se considera eficaz y lo que no:
      En primer lugar está la cantidad. Producir mucho y en gran cantidad se considera un signo inequívoco de eficacia. Importa muchísimo más la cantidad que la calidad, de ahí la proliferación de restaurantes de estilo de McDonald´s y la tiranía de los índices de audiencia que lleva a las cadenas a insertar en sus programas basura como Sálvame que tiene una calidad ínfima pero que asegura altos índices de audiencia. 
    En segundo lugar parece preocuparnos mucho la predicibilidad. Queremos saber exactamente qué es lo que nos vamos a encontrar, desde la comida al cine. Uno puede entrar en un McDonald´s, un IKEA, un Zara o cualquier otra multinacional en cualquier parte del mundo y sabe exactamente cómo va a ser y, por ende, el modo en que tiene que comportarse.
       Y, en tercer lugar, es muy importante el control, tanto de los trabajadores como de los clientes. En un Zara o en un H&M el encargado ejerce un control férreo sobre sus empleados a los que vigila siendo este encargado a su vez controlado por otro cargo por encima de él. Los trabajadores a su vez se controlan entre ellos por medio de comentarios y denuncias a los superiores. Y los clientes son controlados, ya que se les prescribe un comportamiento muy concreto en todos y cada uno de estos establecimientos. Entramos, buscamos lo que nos gusta, lo llevamos al probador, una chica nos da un plastiquillo con un número que identifica la cantidad de prendas que llevamos. Nos las probamos, nos quedamos con la que nos gusta y le dejamos las que no a la chica. Luego vamos a la caja, hacemos cola, pagamos, nos meten nuestra compra en un bolsa y nos vamos. Cualquier comportamiento que no entre dentro de este férreo patrón va a ser percibido como anormal y con toda probabilidad va a acabar en una llamada a seguridad. 
    Sin embago, Ritzer observa que desde finales del siglo XX el control se ejerce cada vez más por medio de máquinas y menos por medio de personas, ya que las máquinas son percibidas como formas de control más eficaces y menos agresivas que las personas. Así, el trabajo que antes lo hacían personas se ha pasado a la tecnología -por ejemplo las cabinas de autopago en los autopistas y supermercados, o la cadena de producción de hamburguesas de McDonald´s, en las que un pitido suena periódicamente avisando a los trabajadores de las diferentes actividades que tienen que hacer, como levantar la carne de la plancha o ir a desinfectarse las manos-. En este punto Ritzer hace un par de observaciones graciosas cuando señala la falsa camaradería y la falsa sensación de intimidad entre cliente y trabajador creada la alegría forzada de los trabajadores de los sitios mcdonalizados y dice que parece que estás en un campo de reeducación y que les han dado un euforizante o alguna otra droga. Y le fascina que estos trabajadores son todos iguales allá donde estés: el mismo corte de pelo, misma complexión, todos parecen buenos chicos. 
     Pero no todo es maravilloso en este mucho mcdonalizado ni mucho menos. Hay, por el contrario, evidencias de multitud de irracionalidades que ponen límites y en peligro al racionalismo de la cadena producción-consumo moderno. Y aquí, a bote pronto, se me ocurre otra buena batería de ejemplos:
    1) los atascos y las colas interminables en los autopistas cuando no pasa la tarjeta o alguna cabina no funciona. 
    2) Los cajeros automáticos son sangrantes. En primer lugar, te aseguran que son rápidos, lo que todos sabemos que es falso, porque para encontrarlos hay que irse muy lejos y, en muchas ocasiones, no nos pueden dar dinero por las más diversas razones. Además, el banco se ahorra un trabajador al convertir al cliente en un trabajador sin sueldo que hace él solito sus propias gestiones, pero, en lugar de revertir eso sobre el consumidor, el bando se queda con un porcentaje de cada operación.
     3) Los centros comerciales es cierto que ahorran tiempo porque allí puedes comprar comida, ropa, ir al cine y tomar una caña todo en el mismo sitio. Pero hay que desplazarse hasta ellos y suele haber atascos y muchos problemas para encontrar aparcamiento, de modo que el ahorro de tiempo no es más que supuesto.
     4) En los parques de atracciones, donde se supone que uno tiene toda la diversión concentrada, se pierde el noventa por ciento del tiempo en desplazamientos y colas interminables. 
     5) Puede ser más eficaz hacer la comida tú en casa que meter a toda la familia en un coche, conducir hasta el restaurante de comida rápida de turno, llenarse de comida y conducir de vuelta a casa. Son restaurantes de comida rápida a medias. 
     Etc...
     Por todo ello a Ritzer no le acaba de convencer la mcdonalización de la sociedad. Este juego de racionalización/eficacia no son el medio más eficaz para alcanzar un fin. El sistema es eficaz para los empresarios que tienen unos beneficios mucho mayores, pero desde luego no para el cliente.  Además estos sistemas generan una cantidad indecente de desperdicios, lo que degrada mucho el medio ambiente y a la larga generará graves problemas. Y finalmente, todo en ellos es ficción. Para los clientes no es eficaz ni barato, sólo se les proporciona la ilusión de eficacia y baratura e, incluso, de diversión. McDonald´s pone payasos y parques infantiles, se nos vende una tarde en el centro comercial como si fuese la fiesta máxima y se nos crea la ilusión de que nos estamos divirtiendo. (Acerca del consumo y la falsa sensación de felicidad es muy interesante Bauman).

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