martes, 17 de febrero de 2015

Julian Barnes: Hablando del asunto y Amor, etcétera.





    La trama de estas dos novelas es la de siempre: un triángulo amoroso. Una pareja de enamorados y el mejor amigo que se mete en el medio. Se me ocurren millones de historias construidas sobre este motivo, desde los amores del rey Arturo, la reina Ginebra y Lanzarote del Lago a las comedias de enredo. Lo distinto de Hablando del asunto y Amor, etcétera es que, en lugar de recurrir a un narrador omnisciente o pegado a punto de vista del personaje como se había hecho toda la vida, recurre al multiperspectivismo. Las dos novelas están igual construidas. Cada personaje va contando un trocito de la historia, aportando su visión particular de lo sucedido. Este multiperspectivismo acerca al narrador a la omnisciencia, ya que el lector, reconstruyendo y rellenando lo huecos que deja uno con lo que dice otro, acaba recibiendo una información casi de narrador omnisciente. Evidentemente, esta técnica no es nada nuevo. Hay miles de novelas que hacen algo similar. El genial Wilkie Collins ya recurrió al multiperspectivismo en La piedra lunar en el siglo XIX. Lo interesante de las novelas de Barnes es que los testimonios de los personajes con frecuencia son contradictorios entre ellos. No es que cada uno interprete lo sucedido a su manera, es que cada uno nos cuenta unos hechos distintos. Este juego de perspectivas es la concreción en técnica narrativa de la filosofía de nuestra época. Los tiempos de las verdades únicas y absolutas han pasado. Todo es subjetivo, sujeto a interpretación. Es como si Derridá o Foucault hubiesen escrito una novela aplicando sus teorías. 
      Lo dicho hasta aquí es lo bueno que tienen las novelas. Aunque este juego no baste para convertir a Barnes en uno de los grandes, sí parece suficiente para hacer interesante su lectura. Sin embargo, la historia es un tanto floja. Puede que enganche un poco lo de los cuernos y todo eso, porque estas cosas suelen funcionar, pero lo cierto es que es bastante plana. Y esto en la primera parte -Hablando del asunto-, porque Amor, etcétera prácticamente no tiene historia. El único aliciente que tuve para embarcarme en la lectura de la segunda parte fue saber cómo habían terminado los personajes diez años después. El final de Hablando del asunto queda un poco abierto y tenía curiosidad qué había imaginado Barnes para sus personajes en el futuro. Quería saber cómo era su vida de casados, qué hacían en el trabajo, qué en la intimidad... Desgraciadamente Barnes no ha imaginado nada interesante y podría haberse ahorrado perfectamente continuar la historia. A lo mejor, como había ganado premios importantes con Hablando del asunto, hizo un bolo para ganar dinero. Lo respeto. Cada uno se busca el pan como puede, Pero me arrepiento de haberle hecho el juego.
      Por lo demás, las dos novelas son las típicas de Barnes. Personajes normales, casi mediocres, que nos cuentan unas vidas insulsas, pero que, gracias a una técnica narrativa magistral, consigue que interesarte.



1 comentario:

  1. No dejan de recomendarme leer a Barnes.Veo que debo hacerles caso, un saludo!

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