lunes, 17 de noviembre de 2014

Paolo Bacigalupi: La chica mecánica



     Es ciencia ficción, lo que supongo que ya echará para atrás a más de un lector, sobre todo a aquellos que buscan en la literatura un alto placer intelectual y que están convencidos de que tal aspiración no puede ser colmada en un subgénero pulp. Para ese tipo de lector, está claro que esta no es su novela. 
      Pero a mí me gusta la ciencia ficción. 
      $Suele gustarme más en cine que en literatura por dos razones:
       a) Los escritores de ciencia ficción, en general, tienen grandes ideas, pero no son grandes escritores. Les falta el oficio, de modo que esas ideas geniales las resuelven mal. El ahora reivindicado Philip K. Dick es un ejemplo de ello. 
         b) Funcionan mejor en cine  porque la ciencia ficción ha de crear un mundo propio. Esto requiere inevitablemente hacer descripciones, lo que retarda mucho la acción. En cine, esto no pasa porque es inmediato. Con una imagen ya te haces a la idea de qué tienes delante.
         A Paolo Bacigalupi no le pasan ninguna de estas dos cosas. La novela va como un tiro -a pesar de ser una obra coral- y resuelve razonadamente bien el conflicto planteado.
         Además, tiene lo que yo le pido a la ciencia ficción:
          La ciencia ficción tiene que partir del mundo en el que vivimos ahora, fijarse en algunos detalles, imaginar qué pasaría si... y contar una historia. Pero esa historia no tiene que ser sólo batallitas. Si el autor hace eso, no pasa de ser un género de entretenimiento vacío. Pero los autores pueden ir más allá y utilizar la ciencia ficción para reflexionar sobre nuestro mundo y plantearnos dilemas éticos. En La chica mecánica, Bacigalupi lo hace todo. Nos sitúa en Tailandia en el siglo XXII. La experimentación con transgénicos, ya sean de orden vegetal, ya de orden natural, ha acabado prácticamente con toda especie no modificada en el Planeta -si exceptuamos a los seres humanos-. Ya no hay naranjas ni gatos. Además, se acaba el petróleo, y la obtención de calorías es un desafío constante. Las empresas de transgénicos dominan el mundo. Tienen un ejército propio por encima de los Estados -de los pocos que quedan-, a los que obligan a comprar sus semillas estérilizadas, que sólo valen para una siembra. Contra este capitalismo salvaje postapocalíptico, surgen movimientos religiosos que tratan de cerrar las fronteras del país y mantener a la población al margen de las nuevas pandemias -también fruto de modificación genética- que aniquilan a la población. Pero lo hacen como todos los movimientos fundamentalistas religiiosos: con una violencia desaforada que les granjea muchos enemigos. Y por encima de todo esto hay seres humanos hechos en tubos de ensayo, a los que programaron genéticamente para determinados oficios. La chica mecánica, la protagonista, es una esclava sexual a la que violan repetidamente en una sucesión de escenas directamente sacadas del hentai japonés. Pero ella siente y trata de rebelarse contra su condición de ser sumiso. ¿Es un ser humano? ¿Es el destino de los seres humanos ser sustituidos por estos nuevos seres mejor dotados genéticamente? Y no cuento nada más, porque creo que, para trazar el paralelismo con nuestro mundo de hoy en día, basta. Pero antes de terminar tengo que dejar algo claro. No sólo va de transgénicos. También va de un capitalismo sin reglas que domina e invade países, que programa semillas estériles para asegurarse el mercado de los campesinos año tras año, aunque ello suponga la muerte de millones de personas, de un capitalismo que ha llegado a un extremo tal que muchos han olvidado lo que significa ser humano.

     P.D. Evidentemente esto no es Guerra y Paz. Pero se la recomiendo a los pervertidos amantes del género como yo, No he leído muchas novelas de ciencia ficción mejores que esta.
        

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