domingo, 15 de junio de 2014

Karl Polanyi: La gran transformación.






    La Gran Transformación es un ensayo antiguo, de 1944. Han pasado setenta años y aún así explica perfectamente la crisis económica actual y lo que podemos esperar de ella.
     Polanyi comienza su ensayo desmintiendo la tesis neoliberal de que el mercado autorregulado, libre y sin trabas es un fenómeno universal. Según Polanyi, la economía en las sociedades primitivas estaba incrustada en el resto del sistema social, es decir, era una parte subordinada a un todo. Polanyi no habla de él porque es varias décadas posterior, pero para explicar el modo en que la economía se incrusta en el resto del sistema social es muy significativo el estudio de los tsembaga que hizo Roy Rappaport en Cerdos para los antepasados. Los tsembaga viven de la agricultura y de los cerdos. El medio natural tiene una capacidad limitada para mantener a un cierto número de cerdos. Si el número de cerdos sobrepasa esa cantidad, se comen las cosechas, el suelo se degrada y la economía de subsistencia se cae. Al mismo tiempo el número de individuos que puede vivir en ese territorio también es limitado. Por eso, periódicamente, cuando el número de cerdos empieza a ser peligrosamente alto, los tsembaga hacen un ritual religioso -el kaiko- en el que se comen un montón de cerdos -controlan el número de cerdos por medio de un ritual religioso-, se van a la guerra contra sus vecinos -controlan el número de humanos por medio de la política-, y así se mantiene el mecanismo homeostático del medio. La economía -número de cerdos y agricultura-, la política -guerra- y la religión -el ritual del kaiko- están integrados en el sistema.
      Según Polanyi, en el siglo XIX surge la utopía liberal, que consiste en prometernos un
Karl Polanyi
paraíso en el que todos los hombres somos iguales, nadamos en la abundancia y, si trabajas y eres listo, ganas cosas. Como nos explica Max Weber, es una visión total y absolutamente calvinista del hombre y la existencia. Es el calling divino de los protestantes. Dios reconoce a los suyos en la tierra recompensándolos económicamente. Si eres rico, es porque eres virtuoso y Dios te ha reconocido por tu buen hacer. Esta forma de entender la existencia es el sumum del materialismo, ya que se identifica la felicidad y ser elegido por Dios con la posesión de bienes materiales. Si tienes cosas es porque eres bueno y Dios te reconoce; si eres pobre es porque eres malo y Dios pasa de ti. En una pirueta del razonamiento, se identifica la calidad moral con la posesión de bienes materiales. 
     El método para llegar a este paraíso donde los buenos nadan en la abundancia es el laisser faire, el libre mercado. Guiados por esta utopía, los empresarios capitalistas y los gobiernos dejan de intervenir en los mercados para que se autorregulen. De este modo, la economía se convierte en un ente autónomo al margen de la sociedad. Se guía por sus propias normas de la oferta y la demanda y así se fijan los precios. 
      El primer inconveniente que detecta Polanyi en este idílico mundo liberal, es que se acaban confundiendo los fines con los medios. Sólo se aspira al libre mercado. Pero, cuando llegamos a esa total independencia del mercado con respecto de los gobiernos, resulta que no es el paraíso de la abundancia que nos había prometido. Pero eso ya no importa.
      En segundo lugar, no importaría que la economía escapase al control de las personas y los gobiernos si siempre hubiese ganancias. Pero, como hemos comprobado con esta crisis económica que estamos viviendo, eso no siempre es así. Es evidente que los intereses personales, el egoísmo, etc... nos llevan a la especulación y a hacer "economía de casino". Esto tampoco importaría mucho si la economía no nos hiciese falta para comer. Pero resulta que es así. Entonces la economía empieza a controlar absolutamente todo el sistema social. Hacemos política en función de la economía -lo de los gobiernos actuales es increíble-, las relaciones de parentesco dependen de la economía -no nos casamos, divorciamos y tenemos hijos cuando queremos, sino que dependen de nuestra situación económica-, etc... Y así la sociedad empieza a girar alrededor de una para paradoja: vivimos en función de un ente que no podemos controlar. Nos controla lo que antes controlábamos nosotros y que decidimos dejar de hacerlo. Es como el hijo que se come al padre.
        A lo largo de su obra, que es bastante extensa, Polanyi continúa diseccionando las mentiras de la utopía liberal:
        Según los teóricos del movimiento, el libre mercado es el culmen de la evolución humana, ya que es la respuesta a la consecuencia de la división del trabajo. Se divide el trabajo, lo que implica intercambios económicos y así se forma el mercado. Sin embargo, esto es falso. Esa idea de que el continuum es un hombre primitivo solo, autosuficiente, no existió nunca. Siempre hubo división del trabajo y esto llevaba a la redistribución y a la reciprocidad, que son los dos sistemas económicos que se oponen al mercado libre. 
       Las implicaciones sociales sociales del liberalismo económico son demoledoras para la sociedad. Para que el mercado funcione tienen que formar parte de él todo los factores de la producción: tierra, trabajo y dinero. Tierra y trabajo, que fuera del sistema de mercado nunca serían consideradas como mercancía, aquí lo son porque el sistema de mercado siempre busca beneficios. Para ello hay que hacer gastos y eso significa ponerle precio a todo. El trabajo necesario de los humanos tiene un precio al que llamamos salario. El de la tierra es la renta. Renta y salario dependen de la ley de la oferta y la demanda y de los beneficios. De este modo se subsume al hombre y la tierra a las leyes de mercado, se los aniquila. La actividad de los hombres, que es la esencia de la sociedad, se subordina a la economía de mercado. Así, en el sistema liberal las únicas relaciones sociales que se valoran son las basadas en el contrato. Y la producción acaba envuelta en sus círculo demencial de oferta y demanda que nos lleva a cometer acciones tan irracionales como, por ejemplo, tirar toda la producción de cereal para que no caigan los precios, aunque medio mundo se muera de hambre.
        Por si todo esto dicho en 1944 no bastase para explicar la actual crisis económica, Polanyi previó el modo en que los gobiernos actuales tuvieron que salir al rescate de la gran empresa. Porque este sistema de libre mercado también amenaza a la producción. Si todo depende de la ley de la oferta y la demanda, muchas empresas e industrias no aguantan los vaivenes de un sistema totalmente desrregulado. Entonces es cuando los estados tienen que resocializar la economía y gastarse un montón de pasta en rescatar a los bancos y subvencionar la producción industrial de coches, etc...

No hay comentarios:

Publicar un comentario