jueves, 24 de abril de 2014

Tetralogía de los parias contemporáneos: Zygmunt Bauman

Tetralogía de los parias contemporáneos II: Zygmunt Bauman.





    Zygmunt Bauman tiene una idea: la modernidad líquida. Y escribe tropecientos ensayos sobre lo mismo. Resulta curioso que uno de los bastiones intelectuales contra el capitalismo de mercado saque cada año un ensayo en el que repite una y otra vez lo que ya contó hace veinte años. Eso sí, con un título distinto, letra gorda, bien espaciada, para llegar a las doscientas páginas y poder colocarlo todas las Navidades en las estanterías de la FNAC. Esto no quita que tenga una visión muy lúcida de nuestra realidad contemporánea. Lo que critico es que nos venda lo mismo con distintos envoltorios para mantenerse en la pomada mediática y, de paso, forrarse.
     En lo que a esta tetralogía respecta, Bauman explica por qué surgen sectores de población como los chavs de los que hablaba Owen Jones y el modo en que estos son percibidos por el resto de la sociedad (owen jones. Chavs). Según Bauman, el capitalismo del siglo XIX se basaba en la producción. En las fábricas se producían cosas que luego se vendían. Y para ello hacía falta mano de obra que, como siempre, eran los pobres. El problema con el que se encuentra el capitalismo decimonónico es que hay que convencer a los pobres de que vayan a trabajar a las fábricas en unas condiciones infrahumanas. Surge así la ética del trabajo, que se acaba convirtiendo en la moral de la clase trabajadora. Trabajar es bueno, te convierte en una persona virtuosa. Es un rollo un poco calvinista, como lo que explicaba Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, aunque Bauman no antepone la ideología a la construcción de un nuevo sistema, sino más bien al contrario. El capitalismo necesita una justificación ética que lleve a las masas obreras a trabajar en las fábricas y, para ello, aparece la moral del trabajo.
     Como dije, la sociedad decimonónica se basaba en la producción. Si un individuo no trabaja, no produce, es decir, no contribuye en nada al mantenimiento del sistema, de ahí que se le estigmatice como paria, vago, parásito social.
     Pero esto cambia. En EEUU surge una nueva ética del trabajo. El trabajo ya no dignifica por sí mismo, sino que pasa a considerarse un modo de medro social. Los trabajadores pueden intercambiar su fuerza de trabajo por salarios. Estos salarios, a su vez, sirven para comprar cosas que te hagan feliz y subir de estatus. Es una nueva moral individualista y materialista del trabajo. Trabajar en bueno sólo en el sentido de que sea bien remunerado. Ya no se valora el trabajo, sino sus frutos, el salario.
      Paralelamente, la sociedad basada en la producción va convirtiéndose en una sociedad basada en el consumo. La revolución tecnológica hace que ya no se necesiten grandes masas de trabajadores en fábricas. Se sustituye la mano de obra humana por máquinas. Hace nada pusieron en la Sexta un documental sobre cruasáns. El documental, como todos los de la Sexta, era de un sensacionalismo insoportable, pero me llamó la atención un dato: en la fábrica de cruasáns más grande de Europa, que inunda de bollitos los mercados de España y media Francia, sólo trabajan siete personas. El resto lo hacen unas máquinas muy bien programadas que cuestan mucho menos y no se sindican. Y a esto hay que sumarle la deslocalización que permite la globalización. Las empresas, si les interesa, pueden llevarse las fábricas a cualquier país del tercer mundo donde la legislación laboral permite tener empleados en régimen de semiesclavitud y las leyes 
 mediambientales te permiten acabar con el último oso panda si con ello ganas un euro más. 
     El problema del capitalismo del siglo XXI ya no es la producción. Puede producirse a lo bestia y con un bajo coste, como demuestra el ejemplo de la fábrica de cruasáns. El problema ahora es vender ese producto. El mercado está saturado. Ahora los que contribuyen al mantenimiento del sistema ya no son los trabajadores, sino los que compran los productos que salen de las fábricas. Esto, lógicamente, tiene que estar sustentado por una nueva moral, no ya del trabajo, sino del consumo. Es la manida frase del "tanto tienes, tanto vales". Se identifica la calidad moral de la persona con la capacidad que tenga para consumir, es decir, por el dinero que tenga. Dicho con otras palabras, eres guay si tienes pasta; si eres un tirado, eres un pringao. Nuestra sociedad eleva al altar de héroes mundiales a personajes cuyo único mérito en la vida es acumular una gran cantidad de dinero y que tampoco tienen una actividad muy definida, como los Beckham, Paris Hilton o Kim Kardashian. Los chavs y, en general los pobres, son considerados parias porque no contribuyen en nada al nuevo sistema de consumo. No tienen pasta - no consumen - no sirven para nada - son unos parásitos, es el nuevo razonamiento.
     Quizá una de las aportaciones más interesantes de Bauman es interpretación psicológica del consumo. Parte de una concepción un poco schopenhaueriana de la naturaleza humana. La vida oscila entre el dolor que provoca el deseo insatisfecho y el tedio que llega cuando hemos satisfecho ese dolor. Sufro porque no tengo algo -una novia, un puesto de trabajo, o lo que sea- y, cuando lo consigo, al poco tiempo paso a considerar la nueva situación como normal y me aburro. Para evitar caer en un tedio indefinido, me busco otra meta que me mantiene insatisfecho mientras no la alcanzo. Y así desde que nacemos hasta que nos morimos. Según Bauman, el consumismo ha superado este círculo vicioso. Por medio de la publicidad nos provoca el deseo insatisfecho de poseer ciertas cosas. Pero satisfaccerlas es increíblemente fácil. Basta con ir al centro comercial y pasar la tarde. La expectativa de satisfaccer ese deseo insatisfecho ya basta para hacernos felices. Es como si insatisfacción y deseo se juntasen en una nueva experiencia agradable. Por eso, cuando nos deprimimos, vamos de compras. Comprar es el mejor antidepresivo del siglo XXI, mucho mejor que el Prozac. Pero esta nueva forma de felicidad sólo la tienen los ricos, que son los que pueden consumir. Los pobres sin posibilidad de consumir, los nuevos parias del siglo XXI, se mantienen en una insatisfacción, en una infelicidad perpetua. Y por eso creo yo que los chavs, cuando salieron a saquear Inglaterra, robaron iphones y zapatillas molonas, todos objetos de consumo.

     P.D. De Bauman, en castellano, hay decenas de obras publicadas. Todas son más o menos iguales. Si os interesa, yo os recomiendo La sociedad sitiada, que es fácil de leer y explica todo esto que acabo de contar.

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